Comentario a los comentarios sobre La visita de Obama a Cuba
Esta visita, se señala en el artículo La Diplomacia del Símbolo, no deja de constituir un episodio osado y riesgoso, incluso para su vida,, gesto personal que debemos reconocer en un acto elemental de justicia política. Por ello, sin dejar de ponderar el impacto y la excepcionalidad del suceso, no podemos engañarnos.
Obama, quien en el 2013 lo subrayó en Miami: “Y tenemos que ser creativos (…), más cuidadosos. No tiene sentido la idea de que las mismas políticas puestas en marcha en el año 1961 serían de alguna manera todavía eficaces hoy (…), reconocemos que los objetivos siempre van a ser los mismos”. Si, ese mismo Obama en su visita a Cuba ha hecho gala del SoftPower (poder blando), a través de la dinastía de lo simbólico, de la imagen, de la palabra no impuesta; sino seductora. Esto no se puede negar.
En el avión a punto de aterrizar |
Visitando un restaurant privado "paladar" |
En la pelota con Raúl Castro |
Por ello, continúa, De cara al pasado es evidente que el proceso de normalización recién iniciado en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos hay que interpretarlo como una victoria mayúscula del pueblo revolucionario y socialista cubano, de sus convicciones, de su capacidad de resistencia y sacrificio, de su cultura, de su compromiso ético con la justicia social; así como también como una victoria de la solidaridad con Cuba de América Latina.
De cara al futuro, se señala, hay por lo menos dos posiciones:
La primera que - con todo su derecho avalado por la historia - ve las palabras del Presidente Obama como una falsa promesa o un sutil engaño que responde a un plan concebido para que se abran las puertas al capital norteamericano y a la influencia de sus medios de comunicación; para que Cuba permita la expansión de un sector económicamente privilegiado, que con el tiempo se iría transformando en la base social de la restauración capitalista y la renuncia a la soberanía nacional. Serían los primeros pasos del camino de retorno hacia la Cuba de ricos y pobres, dictadores y mafiosos, que teníamos en los años 50.
La segunda, implica emprender el camino de la convivencia civilizada “con nuestras diferencias”, y coloca la batalla principal en el campo de las IDEAS. Batalla que consiste en consolidar pensamiento y consenso sobre hacia donde queremos ir, y sobre los caminos concretos para llegar.
La propiedad privada y la competencia son el pasado, y aunque ese pasado siga existiendo necesariamente dentro del presente, pasado sigue siendo.
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