Una nueva generación de
palestinas y palestinos está siguiendo los pasos de las generaciones anteriores, levantándose en masa
contra el brutal régimen de ocupación, colonialismo y apartheid israelí que
lleva muchas décadas. Es otra fase de la lucha popular contra el terrorismo de
Estado israelí.
Fuente: http://www.bdsmovement.net/2015/preguntas-frecuentes-sobre-la-resistencia-popular-palestina-13451
¿Cómo se puede describir la situación actual sobre el terreno?¿Por qué están creciendo las tensiones en este momento? ¿Qué ha llevado a esta situación?¿Cómo está reaccionando Israel a la resistencia popular palestina?¿Por qué los palestinos acusan a Israel de emplear el “castigo colectivo”?¿Cuál es la posición del BNC sobre la actual confrontación violenta, especialmente del lado palestino?¿No deberían los palestinos poner fin a la violencia para convencer al mundo de que realmente desean la paz?¿Por qué las y los palestinos están preocupados por el “statu quo” en el recinto de la mezquita de Al Aqsa?¿Qué papel debería estar jugando la comunidad internacional?
¿Cómo se puede describir la situación en el terreno?
Una nueva generación de palestinas y palestinos está siguiendo los pasos de las generaciones anteriores, levantándose en masa contra el brutal régimen de ocupación, colonialismo y apartheid israelí que lleva muchas décadas. Es otra fase de la lucha popular contra el terrorismo de Estado israelí.
Decenas de miles de palestinos y
palestinas –predominantemente jóvenes– se han unido a las manifestaciones que
tienen lugar en más de 65 pueblos, barrios y campos de refugiados de Palestina.
Es significativo que estas manifestaciones
están teniendo lugar a lo largo y ancho de la Palestina histórica: en
Cisjordania, en Gaza, y por parte de las ciudadanas y ciudadanos palestinos de
Israel. Las comunidades de refugiados(as) palestinos(as) de los países árabes
vecinos también se están movilizando. Algunas manifestaciones han convocado a
más de 20.000 personas.
El levantamiento es liderado por una
generación de valientes y jóvenes Davides palestinos que ya no se dejan
intimidar por la brutalidad del Goliat israelí y están afirmando su derecho a
la autodeterminación y a la libertad.
La respuesta de Israel es la represión
feroz, basada en un uso abrumador de la fuerza militar y en el aumento de las
ejecuciones para sofocar las protestas populares. Israel ha intensificado el
aislamiento de y entre las zonas palestinas de Jerusalén, implementando nuevas
y severas restricciones a la libertad de movimiento. Jabal al Mukabber, un
barrio de Jerusalén, está siendo encerrado por un muro de cemento de cinco
metros de altura. Al menos 12 rutas alrededor de Jerusalén Este han sido
cerradas y se han erigido 12 nuevos puestos de control alrededor de la ciudad.
Además, con frecuencia se le impide a la población palestina desplazarse entre
las principales ciudades de Cisjordania mediante puestos de control ad-hoc.
¿Por qué
están creciendo las tensiones en este momento? ¿Qué ha llevado a esta
situación?
La opresión
colonial y la resistencia a ella no pueden describirse exactamente como
“tensiones”.
Este levantamiento popular encabezado por
jóvenes, con el apoyo de todo el espectro político palestino, es una respuesta
a la continua limpieza étnica, el bloqueo, los ataques racistas contra iglesias
y mezquitas palestinas, la construcción de colonias, la demolición de casas y
la deshumanización flagrante. Su desencadenante inmediato son las políticas de
extrema derecha intensificadas por el gobierno más fanático, racista y dominado
por los colonos de toda la historia de Israel.
Un informe de la Unión Europea filtrado a
los medios en marzo de 2015 indicaba que estas políticas israelíes,
especialmente en Jerusalén, han llevado a “un peligroso punto de ebullición”
que no se había visto desde el final de la segunda intifada en 2005.
Inmediatamente después del fin de la
masacre de 2014 en Gaza, Israel comenzó a escalar drásticamente sus políticas
coloniales. Además del bloqueo de 8 años a 1.800.000 personas en Gaza, el
desplazamiento acelerado de comunidades palestinas y la expansión de las
colonias ilegales en Cisjordania, especialmente en Jerusalén, han empujado a la
población palestina hacia bantustanes cada vez más reducidos y racialmente
segregados. Por ejemplo, Israel ha comenzado su plan para trasladar por la
fuerza a 27.000 palestinos(as) que viven en 46 comunidades del área C hacia
tres “campos de reasentamiento” en otras localidades.
Sólo en agosto, las fuerzas de ocupación
israelíes demolieron 145 estructuras palestinas en Cisjordania, desplazando a
208 personas. Según UNOCHA, éste fue el número más alto de estructuras demolidas
en un mes en los últimos cinco años en Cisjordania. La misma agencia de la ONU
informó que en lo que va de 2015 (hasta el 12 de octubre), 554 personas
palestinas han sido desplazadas por demoliciones en Cisjordania ocupada,
incluyendo Jerusalén Este, y otras 13.000 estructuras, principalmente en el
área C, tienen orden de demolición.
Los crímenes diarios de Israel contra la
población palestina en la Ciudad Vieja ocupada de Jerusalén y la reiterada
profanación del recinto de la mezquita de Al-Aqsa por colonos mesiánicos que
actúan con la aprobación del Estado, no dejaron lugar a dudas en la población
palestina de que Israel se ha embarcado en lo que bien podría ser la fase final
de la actual destrucción del statu quo en Jerusalén, con el objetivo explícito
de “judaizar” la ciudad ocupada ilegalmente.
¿Cómo
está reaccionando Israel a la resistencia popular palestina?
La policía israelí, el ejército y turbas
de colonos fundamentalistas han atacado salvajemente a manifestantes
palestinos(as) y ejecutado a niños y jóvenes palestinos en la calle –incluso
transeúntes– con plena protección y aquiescencia del poder judicial israelí.
Según la organización de derechos humanos
palestina Al-Haq, 42 personas palestinas fueron asesinadas entre el 1º y el 19
de octubre, la mayoría de las cuales fueron baleadas por las fuerzas de
ocupación durante las protestas. Más de 2000 han resultado heridas por gas
lacrimógeno, balas de acero forradas en goma y munición letal.
Un informe del Monitor Euro-Mediterráneo
de Derechos Humanos ha detallado algunos de los asesinatos llevados a cabo por
los militares israelíes, pidiendo a la ONU una investigación inmediata.
El ejército israelí está asesinando con el
fin de aterrorizar a la población palestina. Fadi Alloun (19) se dirigía a su
casa cuando fue asesinado por la policía israelí a instancias de una horda de
judíos israelíes fanáticos.
Las nuevas leyes israelíes y una cultura
dominante de odio y racismo, que ha sido alimentada en la sociedad israelí por
el aparato estatal durante décadas, han permitido a las fuerzas de ocupación
adoptar la política de disparar a matar contra niñas, niños y jóvenes manifestantes
palestinos en situaciones en las que no representaban ninguna amenaza seria.
Nuevas reglas de “combate” permiten a la
policía y a los soldados israelíes disparar a los manifestantes cuando exista
una “amenaza a la vida humana”. Claramente, esta política no se aplica a las
vidas de las y los manifestantes palestinos, ya que la clase política israelí
sencillamente no los considera seres humanos.
Las fuerzas israelíes y las milicias
judías mesiánicas con apoyo oficial, tales como las bandas de “etiqueta de
precio” (Price Tag), han llevado a cabo ejecuciones y asesinatos arbitrarios de
palestinos(as).
El linchamiento de hombres y mujeres
jóvenes simplemente por “parecer árabe” está en aumento. Al igual que en la
Sudáfrica del apartheid y en el Jim Crow del Sur en los EE.UU., cuando la
víctima es palestina y el perpetrador es israelí, la justicia nunca actúa.
Las fuerzas de ocupación israelíes han
estado practicando la encarcelación en masa para reprimir las manifestaciones,
arrestando a 850 palestinos y palestinas, incluyendo 300 niños.
Alentados por la incitación al odio racial
de los líderes israelíes (ver aquí y aquí), un gran número de israelíes están
crecientemente celebrando y pidiendo más ataques y asesinatos de personas
palestinas (aquí y aquí). Israel en su conjunto ha dejado caer la máscara,
dejando al descubierto el verdadero rostro de su horrendo régimen de opresión
colonial.
Por qué
los palestinos acusan a Israel de emplear el “castigo colectivo”?
Las organizaciones de derechos humanos
palestinas e internacionales, incluyendo Amnistía Internacional, han condenado
las numerosas y bien documentadas políticas israelíes de “castigo colectivo”
contra la población civil palestina sometida a la ocupación. Esta política ha
sido utilizada de forma regular por el poder ocupante para aplastar la
resistencia palestina.
La semana pasada, un ministro israelí
pidió la destrucción de todas las viviendas palestinas construidas sin permiso
en Jerusalén Este ocupada, una amenaza que afecta a casi el 40 por ciento de la
población palestina de la ciudad, debido a las restricciones de ordenamiento.
Si bien esta política de demolición de viviendas –cuyo objetivo es reducir la
población indígena palestina de Jerusalén– ha estado en ejecución desde hace
décadas, el llamado a escalar dicha política por parte de ministros clave del
gobierno actual es una prueba clara de castigo colectivo.
Armado él mismo, el alcalde de Jerusalén
ha exhortado a los civiles judíos-israelíes a portar armas. Las turbas de judíos
fundamentalistas armados que desfilan regularmente por las calles de Jerusalén
ocupada coreando “Muerte a los árabes” y amenazando a la población civil
palestina, ahora se sienten reivindicadas y protegidas por el alcalde de la
ciudad (que no es reconocido como tal por las y los palestinos). Otras ciudades
israelíes han expulsado a los trabajadores palestinos de las instituciones
públicas y las empresas de construcción.
¿Cuál es
la posición del BNC sobre la actual confrontación violenta, especialmente del
lado palestino?
La causa profunda de toda esta violencia
es la prolongada ocupación y las reiteradas violaciones del derecho
internacional por parte de Israel. Quienes estén sinceramente interesados en
ver el fin de la violencia deberían trabajar para abolir el régimen israelí de
opresión, tal como fue abolido el apartheid en Sudáfrica. De este modo se
pondrá fin a la violencia inicial del opresor y, en consecuencia, a la
resistencia del oprimido, sea violenta o no.
Encarcelar a millones de palestinos y
palestinas en los bantustanes racialmente segregados de Cisjordania y Jerusalén
Este, o en el campo de concentración de Gaza, y negarles sus derechos humanos
fundamentales, es una receta infalible para la resistencia y la rebeldía
colectiva.
¿No
deberían los palestinos poner fin a la violencia para convencer al mundo de que
realmente desean la paz?
Como afirmó Josh Ruebner, de la Campaña de
Estados Unidos para poner fin a la ocupación israelí:
“No existe ningún ejemplo en la historia
de un pueblo brutalmente colonizado que acepte su destino sin devolver una
pequeña medida de la violencia abrumadora infligida por el colonizador. Exigir
a los palestinos que eviten la violencia mientras Israel sigue pisoteándoles es
querer convertirlos en una excepción; es resignar ilegítimamente en su nombre
su derecho a la libertad, aceptando y afianzando la pretensión israelí de
controlar permanentemente toda la Palestina histórica, y de hacer todo lo
imaginable para borrar la existencia irrefutable del pueblo palestino y su
resiliencia.”
La paz, desde la perspectiva del pueblo
palestino y de todas las comunidades oprimidas del mundo, debe construirse
sobre la justicia, y sólo puede sostenerse sobre la base de la igualdad de derechos
para todas las personas, independientemente de su identidad. De lo contrario no
es verdadera paz, sino sumisión a la opresión como destino. El movimiento
anti-apartheid en Sudáfrica rechazó esa “paz”, y también lo hicieron el
movimiento de derechos civiles en los EE.UU., las luchas anti-coloniales desde
India hasta Argelia, las luchas contra las dictaduras y por la democracia desde
Indonesia hasta Chile. El pueblo palestino anhela la libertad y la justicia
tanto como cualquier otro pueblo oprimido.
¿Por qué
las y los palestinos están preocupados por el “statu quo” en el recinto de la
mezquita de Al Aqsa?
R7. Contrariamente a lo que afirma la
propaganda israelí, esta ola de represión israelí y resistencia palestina no
tiene nada que ver con los derechos “religiosas” judíos. Los palestinos están
profundamente preocupados por los incesantes esfuerzos de Israel por destruir
el acuerdo de “statu quo” al que se llegó tras la ocupación de Jerusalén Este
por Israel en 1967 –y que reserva el recinto de al-Aqsa para el culto
musulmán–, porque lo ven como un paso hacia el control israelí y la
consiguiente eliminación de la población palestina de partes del santuario y de
la Ciudad Vieja ocupada.
Esa preocupación palestina está bien
fundada, porque en 1994 la violencia de los colonos judíos en la mezquita de
Abrahán en Hebrón culminó en una masacre de fieles palestinos. En lugar de
castigar a los asesinos, Israel los recompensó tomando el control de la
mezquita y dividiéndola en secciones judía y musulmana, reservando ciertas
calles sólo para los colonos judíos y, finalmente, ejerciendo el control
exclusivo sobre la Ciudad Vieja de Hebrón –todo bajo el pretexto de la
seguridad.
El actual gobierno israelí de extrema
derecha está tratando de instigar una “guerra religiosa”, desatando el terror
de grupos judíos mesiánicos contra lugares sagrados y hogares palestinos, tanto
cristianos como musulmanes. Esto se hace cínicamente para encubrir la verdadera
naturaleza del régimen de opresión colonial de Israel y recuperar algo de
simpatía de la comunidad internacional, que está viendo cada vez más a Israel
como un Estado paria, debido principalmente al rápido crecimiento del
movimiento BDS.
En este contexto, el pueblo palestino ha
reafirmado la naturaleza de su lucha de liberación nacional y ha resistido los
intentos de dejarse arrastrar hacia la trampa del conflicto religioso. La
solidaridad con Palestina sigue siendo tan inclusiva y antirracista como
siempre.
¿Qué
papel debería estar jugando la comunidad internacional?
En momentos de severa represión, como
vemos hoy en el territorio palestino ocupado y especialmente en la Ciudad Vieja
de Jerusalén, las personas amantes de la paz en el mundo están llamadas a,
primero y ante todo, acabar con la complicidad de sus respectivos goviernos,
así como de las corporaciones, las instituciones, los sindicatos y los fondos
de pensiones, en el mantenimiento del régimen israelí de ocupación,
colonialismo y apartheid.
Las herramientas más eficaces para hacerlo
se encuentran en el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), de
liderazgo palestino, cuyos impactos impresionantes en los planos académico,
cultural y económico en la última década lo están volviendo una tendencia
internacional relevante.
Hoy el BDS tiene el crédito de haber
contribuido a la dramática caída de la inversión extranjera directa en Israel
en un 46% en 2014, y a la disminución de las exportaciones israelíes al
territorio palestino ocupado en un 24%. Un estudio de la Corporación Rand
predice que el BDS podría costarle a Israel decenas de miles de millones de
dólares en los próximos 10 años.
El BDS está presionando a Israel para que
rinda cuentas a través de una campaña global estratégica, moralmente coherente
e innegablemente efectiva. Unirse al movimiento es la forma de apoyo más eficaz
y éticamente correcta para construir una paz justa y duradera que esté en
armonía con el derecho internacional y la Declaración Universal de los Derechos
Humanos.
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