Revisaba algunos documentos y encontré este artículo. Puede que no estés de acuerdo con todo lo que se dice en él, pero es bello y sentido. Te hará pensar.
Lo recomiendo.
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La muerte de Yasser
Arafat se ha dado vuelta una importante página de la historia de Palestina. Su
vida se apagó en un hospital parisino, llevándose dos secretos.
Tendremos que esperar
mucho tiempo antes de ver elucidado el primer secreto. Se trata de esa
enfermedad misteriosa que va tomando la apariencia de un asesinato. Se diría
que Abu Ammar acababa de reunirse a pequeños pasos con sus compañeros, los
fundadores del movimiento Fatah, que volvieron a dibujar Palestina con su
sangre. Entró en el secreto de la muerte rebelándose, después de haber hecho
numerosos tratos con la Señora de la Guadaña durante una larga enfermedad que
los médicos no han podido explicar. ¿Lo envenenaron? ¿Actuó el largo encierro
en la Mukata como un veneno sharoniano que el fedayin palestino tuvo que tragar
antes de partir hacia su último viaje?
El segundo secreto tiene
su importancia, y aunque todos lo conocemos, al mismo tiempo parece tan
inconcebible y tan claro que nadie osa admitirlo. Se trata de ese país, llamado
Palestina, que surgió del fondo de la ausencia al ritmo de la palabra y de la
sangre, ese país que salió de los escombros de la Nakba por la magia de las
palabras y de los sacrificios. En los años 1960, mientras Ghassan Kanfani se
consumía con sus Hommes sous le solei[1]l (Hombres bajo el sol) y Mahmoud Darwich se
declaraba Un Amoureux de Palestine[2] (Un enamorado de Palestina), Yasser Arafat, Khalil
al-Wazir (Abu Jihad) y otros compañeros emprendían la aventura de la lucha
palestina.
De modo que se trata de un secreto tejido por dos
aventuras a la vez: la de las palabras, que tiene el propósito de sacar el
nombre del olvido, y la del combate, para que ese nombre se vuelva una verdad.
Palestina nació del encuentro de esas dos aventuras.
El verdadero secreto es que Palestina se niega a morir. Su rechazo es más grande que todas las palabras y más
elevado que todos los sacrificios. Los palestinos han llevado su país sobre la
espalda; no ha sido su país quien los sostuvo y abrigó. Lo han construido a
fuerza de voluntad y de imaginación, atravesaron con él la hoguera del
Septiembre Negro en Jordania y el infierno de Sabra y Chatila en el Líbano, y
lo llevaron consigo a Túnez antes de devolverlo a la tierra palestina. Y allí
esperaron mucho tiempo su nacimiento, antes de entrar en el purgatorio de la
segunda Intifada. Arafat se encontraba en el centro de ese secreto, era
perfectamente consciente de ser uno de los artesanos de una epopeya que no se
prestaba para el regateo, y así su última decisión fue mantenerse apegado a los
principios, sabiendo a ciencia cierta que iba a pagar el precio con su vida.
Los que conocían a
Arafat sabían también de su obsesión profunda y su temor a ser empujado a
revivir la prueba de Hajj Amine al-Husseini[3] y a sufrir la misma suerte que el Consejo Árabe
Supremo después de la Nakba, la gran catástrofe de 1948. Así, decidió
mantenerse firme en sus trece, con el riesgo de afrontar las dificultades de
una segunda Intifada.
Presente o ausente,
defendió el legado que tenía en sus manos y ésa es la razón por la cual los
israelíes y los estadounidenses quisieron deshacerse de él a cualquier precio.
Tal vez lo lograron, porque esa misteriosa enfermedad podría muy bien ser el
nombre secreto de un "éxito" que se parece demasiado a una infamia.
Se fue como un
caballero, y con él desaparece toda una estructura que, compleja y flexible a
la vez, supo unir las estratagemas con la astucia. El secreto del Fatah es
haber logrado reunir los contrastes y elaborar un marco lo bastante amplio como
para abarcar al mismo tiempo a todos. En sus filas se encontraron todas las
corrientes palestinas, nacionalistas, izquierdistas o de islamitas
esclarecidos, creando así un frente-movimiento cuya única misión era recuperar
el derecho a una patria, hacer que se uniera el significado con el
significante.
Sin embargo, las
ambigüedades del Fatah no se pueden comprender sin haber comprendido
previamente al personaje de Yasser Arafat, que encarnó y reunió en él las
variantes tanto políticas como culturales. Hizo del Fatah un movimiento único
que agrupó todas las iniciativas, que permitía toda suerte de corrientes y que
obedecía a una dinámica única, conducida por el trío Abu Jihad, Abu Iyad y
Arafat; antes de que éste se convirtiera en los tres a la vez.
El mundo siempre se
mostró perplejo ante la estructuración del Fatah y los múltiples arreglos de
sus instituciones. Sin embargo, como ocurre con toda dinámica, el secreto de
este movimiento era simple; consistía en una sola palabra: Palestina. El Fatah
se construyó en la amargura y el sufrimiento, se convirtió en la tribu de todas
las tribus y la institución de todas las instituciones bajo el liderazgo del
"Viejo", que había comprendido que su secreto residía en su tenaz
capacidad para llevar adelante la lucha. Así fue el primer fedayin y el primer
combatiente.
En lo que se refiere al
camino recorrido por Arafat, la cuestión primordial tendría como eje los años
durante los cuales estuvo a la cabeza de la Autoridad Palestina, que engendró
al término de la primera Intifada a la sombra de un acuerdo misterioso y
ambiguo. En efecto, los acuerdos de Oslo no esbozaron un futuro palestino, más
bien lo dejaron librado a los conflictos y al equilibrio de poderes. Fue por
eso que Arafat construyó la Autoridad con un doble carácter: por un lado es una
autoridad elegida que tiene sus propias leyes fundamentales, y por otro es una
autoridad revolucionaria que se encuentra en cierta etapa de liberación
nacional todavía inconclusa.
Esta doble naturaleza de
la Autoridad suscitó numerosas críticas, porque no pudo impedir que el espectro
de la corrupción se infiltrara en varias de sus instituciones gubernamentales.
Pero esa dualidad formaba parte de la etapa en curso, que no podía proseguir
sin la facultad que tenía Arafat de concentrar todas las instituciones en su
persona y de encarnar en sí la resistencia que oponían los palestinos a las
condiciones impuestas por los estadounidenses. En efecto, a pesar de la
dificultad y de la complejidad de su misión, supo preservar el legado que le
había sido confiado, llevando a cabo una lucha encarnizada y casi imposible.
¿Qué será de ella
después de su desaparición?
En lo inmediato se
imponen dos problemas: el primero es de orden organizativo, presupone el apego
a las instituciones y el respeto de las leyes, y señala sobre todo la necesidad
de elegir un nuevo presidente. Porque, a pesar de las dificultades, la
legitimidad política que representan la OLP y el Fatah debe apoyarse en una
legitimidad democrática. El momento es crucial: habría que hacer gala de mucha
sensatez y apoyarse en determinados principios.
El segundo problema es
de orden político y su esencia no consiste en aferrarse únicamente a constantes
tales como un Estado independiente, Jerusalén y la cuestión de los refugiados,
porque también hay que dedicarse al secreto del Fatah, que construyó un frente
nacional uniendo todas las ramas del movimiento nacional, afirmando así la
diversidad en la unión.
Arafat está precisamente
en el corazón del secreto palestino, cuya historia recién comienza. Así, no
diremos "Adiós, Abu Ammar", porque sabemos con certeza que el reencuentro
coincidirá con el alba de la liberación de Palestina, cuando los despojos de
Arafat sean transportados a Jerusalén, por la cual luchó durante toda su vida.
Autor/es
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Publicado en
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Edición Cono Sur
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Número de edición
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Páginas:
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12,13
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Traducción
|
Rania Samara
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Temas
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